Raquel Aparicio Cid/ El Jarocho Cuántico
La comunicación ha sido frecuentemente convocada para abrazar los desafíos que impone el deterioro planetario, específicamente los relativos al cambio climático (cc), bajo el supuesto de que, una vez informadas sobre el problema, las sociedades harán lo necesario para abatir sus causas, en primera instancia y, en segunda, para enfrentar eficazmente sus consecuencias. Un supuesto así es inocente, por decir lo menos, y por lo más, perverso.
El primer error es confundir información con comunicación. El segundo es pensar que la sola información generará cambios de conductas a escala individual y, en consecuencia, a escala social o planetaria.
El tercero, y quizá más grave error, es el destinatario al que se le atribuye la primera responsabilidad (y capacidad) de atender el problema, por lo que tal supuesto sugiere: 1) que la actuación social está disociada del modelo civilizatorio dominante, y 2) que los principales resolvedores del problema son las personas y sus comunidades inmediatas. En el fondo, este segundo punto es correcto en cuanto a la operacionalización de los cambios, en la vida cotidiana, en la conciencia, la filosofía, la ética, la relación de los seres humanos con el mundo, el sentido existencial. Pero este flujo de cambio, desde abajo, poco podrá lograr si antes no se hacen cambios radicales en las estructuras de poder político y económico que rigen la vida de la civilización.
Hay otra falla abismal en la perspectiva predominante de la comunicación del cc: el no distinguir entre la comunicación prescrita y la comunicación real. Hasta hace muy poco, los ambientalistas, científicos y expertos del cambio climático declaraban su frustración ante la falta de esfuerzos comunicativos que diseminaran el tema entre las audiencias globales, con el interés de sensibilizar y movilizar a las sociedades en respuesta al problema. Acusaban en particular a los medios periodísticos de un desinterés por abordar el tema, y aun ahora critican su forma de abordarlo (esto es, periodística), la que, desde una perspectiva científica, resulta ser superficial, poco hábil para explicar, de manera rigurosa, un conocimiento tan complejo. Preguntas para el experto, a pie de página: ¿qué tanto y cómo puede caber el cc en una noticia? ¿Los medios periodísticos tradicionales mantienen la influencia que tenían en el siglo pasado? ¿Las sociedades actuales se informan y comunican igual que hace 20, 50, 70 años? ¿Corresponde a los medios informativos una responsabilidad de tal calado?
Saliendo de esta trampa simple, podemos ver que en los últimos años la situación ha cambiado significativamente debido a que los efectos del calentamiento global están presentes en amplios sectores sociales del mundo, tanto por sus constantes manifestaciones físicas (aunque no sean perceptibles para todos), como por la existencia de una vasta agenda informativa sobre esos asuntos en un amplio espectro de medios de comunicación. Refiero no solamente a los medios informativos o periodísticos (que lo están abordando de manera creciente), sino a la extensa conversación pública que tiene lugar en medios de interacción social posibilitados por la internet, así como en la oferta de la llamada “industria” cultural y del entretenimiento, particularmente el cine y la literatura.
A diferencia del estéril diálogo entre la clase científica y la clase política mundial (la COP 26 vuelve a dar cuenta de ello), nuevas obras cinematográficas y literarias -cuyos creadores no están obligados a ser política ni culturalmente correctos− no reparan en señalar que un desafío fundamental para lentificar el cc radica en la negativa al cambio interpuesta por las estructuras de poder económico y político, en la defensa de sus intereses primarios.
Estas refrescantes visiones interpelan la tendencia de gobiernos nacionales, instancias multilaterales y organismos ambientalistas no gubernamentales, a tratar de impulsar cambios (cambios que ni siquiera se han logrado prefigurar inteligentemente) en el sustrato civil, la escala menos empoderada, sin que para ello se modifiquen los patrones de producción industrial y de consumo, los estilos de vida, ni se cuestione la disfuncionalidad de las estructuras de poder frente al reto climático. Desde tales iniciativas, los mensajes y los esquemas de difusión (que no de comunicación) se dirigen a sectores sociales de fácil acceso, que corresponden a perfiles socio económicos de clase media, urbanos, como si la publicidad ambiental fuera una nueva línea de consumo y una moda buena.
Quedan afuera de estas tendencias miles de millones de personas que deben ser reconocidas como víctimas del estilo de vida en los deciles privilegiados: la gente que cultiva sus alimentos, la que carece de tierra o ingreso, los migrantes, quienes viven en pobreza de cualquier tipo, en fin, los marginados del sistema económico global. Es aquí donde otra comunicación puede alentar el cambio más legítimo y fundamental, basado en la resistencia comunitaria, la defensa de los territorios y la justicia social. Así, si los esquemas de comunicación hubieran de enfocarse en el target social, entonces la comunicación habrá de corresponder a los intereses de éste: el cambio de modelo de vida y la creación de nuevas formas de organización social, ante la incapacidad de las formas modernas de gobierno para ejecutar dichas acciones, y autotransformarse2.
Estos argumentos no tienen espacio en los discursos hegemónicos, pero se expanden en otras escalas, donde los colectivos están generando sus propias estrategias para el cambio necesario. Tal como lo asegura RoarCollective (2021), las crisis de nuestro tiempo no se resolverán sin grandes y organizados grupos de ciudadanos que ejerzan una presión sostenida desde abajo y desaten la fuerza creativa de la imaginación radical.
1. Un ejemplo de ello está en la película estrenada en diciembre de 2021, Don’t look up.
2. El movimiento Extinction Rebellion ha entendido que el centro de las demandas se debe enfo-
car en los poderes gubernamentales, por lo que exige: 1) que los gobiernos digan la verdad, declarando una emergencia climática y ecológica; 2) que los gobiernos actúen ahora para detener la pérdida de biodiversidad y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a cero neto para 2025;
3) que los gobiernos sean guiados por las decisiones de una Asamblea de Ciudadanos sobre el clima y la justicia ecológica.
Referencias Extinction Rebellion. (s. f.). Why we are here. Our demands. Sitio electrónico. En: https://rebellion.global/ Roar Collective (15 de diciembre, 2021). Preparing for the Struggles Ahead. Roar magazine, 11. En: https://roarmag.org/magazine/preparing-for-the-struggles-ahead/
Rowson, J. & Corner, A. (2015). The seven dimensions of climate change. lntroducing a new way to think, talk, and act. UK: RSA Action and Research Centre-The Climate Outreach & Information Network.
*Este artículo fue publicado originalmente en @JarochoCuantico

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